martes, 12 de julio de 2016

Cuando dar las gracias es insuficiente




Alguien dijo que mientras el río corra, los árboles proyecten sombra y en el cielo brillen estrellas, debe durar la memoria del beneficio recibido en la mente del hombre agradecido. Nunca llega uno a imaginar la cantidad de personas que le rodean, apoyan, animan y acompañan aunque salte a la vista en el día a día que no son pocas. El pasado 26 de junio se echó la persiana a la exposición "La barbería. Historia de un oficio" con la que se conmemoran mis cincuenta años establecido en Oviedo.


Detrás de esta muestra hubo muchas horas de trabajo, esfuerzo y dedicación, pero viendo los resultados de asistencia a la sala de Trascorrales y los comentarios recibidos está claro que merecieron la pena. El camino no fue fácil pero la experiencia ganada es invaluable. Con estas líneas quiero expresar mi más profundo agradecimiento a todos los que pasaron a visitar la exposición durante los veinticuatro días en los que estuvo abierta al público. Es tremendamente gratificante saber que el contenido de la muestra llamó la atención de tantas y tantas personas.

Mención especial merece el Ayuntamiento de Oviedo por brindarnos la oportunidad de montarla en la sala de Trascorrales, sin lugar a dudas, un lugar único de la ciudad. También el personal que incansablemente se ocupó de velar con mimo por el correcto funcionamiento de todo. Si la exposición ha sido un éxito se debe, en gran medida, a ellos.

Entre "bambalinas", antes y durante, siempre han estado Luis Antonio Suárez, el director artístico de la exposición, y el diseñador gráfico Marco Morán. Ambos supieron entender como nadie la idea que tenía en la cabeza y lograron plasmarla con acierto pleno en las diferentes áreas que componían el proyecto.

Nunca puedo dejar de citar a mi excelente equipo de colaboradores. Son el mejor trampolín que me impulsa a mirar hacia adelante y embarcarme en aventuras como esta y el mejor respaldo que me permite actuar sin miedo a caerme. Tampoco a mis compañeros de profesión, esos que arañaron parte de su valioso tiempo para visitar la exposición y conocer de primera mano lo que durante tantos meses les había desvelado que quería hacer para seguir dignificando nuestro maravilloso oficio.



Confío y espero que cuantos pasaron por la antigua plaza del pescado hayan aprendido algo nuevo y se hayan llevado un recuerdo agradable. En mi caso, la emoción de escuchar y leer felicitaciones quedará grabada para siempre en mi memoria. Esos reconocimientos me honran tanto en lo personal como en lo profesional. Un simple gracias es insuficiente para agradecer sincera y completamente las muestras de cariño recibidas. Nunca alcanza uno la veteranía necesaria para saber controlar emociones y encontrar las palabras precisas a pesar de que lleve más de medio siglo trabajando en la búsqueda de la belleza.

Periódico La Nueva España - Cartas de los lectores -






Ramiro Fernández Alonso
Psicoesteta




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