lunes, 19 de octubre de 2015

Ramiro tiene una "colección de oro"



El allerano recopila objetos de barbero y de peluquería desde hace casi 50 años, los mismos que lleva en el oficio y que quiere celebrar en 2016 con una exposición.

Ramiro Fernández, peluquero y psicoesteta, celebra el año que viene sus bodas de oro en ese negociado. El allerano lleva cincuenta años ocupándose de los asuntos capilares de una amplia clientela masculina, primero en Gijón y luego en Oviedo, y es tal su devoción por ese oficio que se extiende a su afición coleccionista. Mientras trabajaba y viajaba por el mundo, para participar en concursos internacionales o como jurado de algún certamen, fue recopilando instrumental de barbería y peluquería, 416 piezas entre las que hay peines y navajas, vacías, escupideras, sillones, perfumes y lociones y un sinfín de curiosidades que, a estas alturas, resultan de lo más exóticas. Una parte están a la vista, en su peluquería; la otra la guarda en un local en La Corredoria.
Ahora, para conmemorar su aniversario profesional, quiere compartirla con los ovetenses y la ha ofrecido a la Concejalía de Cultura.


El peluquero de la selección nacional de fútbol durante los últimos 24 años muestra con orgullo los dos antiguos esterilizadores, uno de ellos recuperado en  Francia y cuidadosamente labrados. Su colección empezó con un secador de 1936, que ahora cuelga de una de las paredes de su establecimiento rodeado de otros objetos, más secadores eléctricos y un buen número de vacías de barbero de metal y de cerámica. Por el suelo hay algunas escupideras y a la entrada de su  despacho ha colocado una de las piezas de las que se siente más orgulloso: un sillón de barbero de 1885 que consiguió en un petrolero que atracó en el Musel y que cambió a los marineros por dos sillones españoles. Hay vitrinas repletas de pulverizadores, recipientes para el champú, navajas -la más antigua data de 1905-, lociones y colonias, hay peines de hueso, liendreras delicadamente decoradas y rizadores de bigotes.


"Se suplica no escupir en el suelo", se lee en uno de los carteles rescatados por Ramiro Fernández. Junto a ellos están los "suabizadores" -el peluquero dice que se escribe así, con be- con los que se afilaban las cuchillas antes de pasarlas por el rostro de los clientes. Por las repisas están las lociones con las que los barberos completaban el trabajo, con nombres que hoy en día quizá resultaran difíciles de publicitar, como "Azufreveri", "Ronquina", "Abrótano macho" o, ya más reciente, ""Floïd". Los hombres más duros pasaban de lociones, cuenta, y pedían "agua y piedra". Pues en su colección también hay una piedra de las que se les pasaba por el rostro, para refrescar sin ofender su masculinidad.


Entre las rarezas que Ramiro Fernández guarda en su peluquería está una maleta de barbero, repleta de cepillos, peines, tijeras, maquinillas y un sinfín de recipientes en los que guardar los productos de peluquería. Cuenta que la consiguió en un anticuario de Madrid y dice que se rumoreaba que había
pertenecido al barbero de Franco, aunque él no lo puede asegurar.


Por el salón de Ramiro han pasado personalidades de la talla de Mijaíl Gorbachov, el presidente soviético de la Perestroika, que al peluquero le resultó  mucho más simpático que George Bush padre, también presidente hace años pero de Estados Unidos, que también se peinó en su establecimiento. De Nelson Mandela, otro de sus clientes, se declara admirador y menciona también entre sus clientes distinguidos al Nobel asturiano Severo Ochoa y a Adolfo Suárez, el presidente que condujo a España en su transición política.


Entre todos esos objetos, valiosos y raros, está la lampara con la que el padre de Ramiro Fernández bajaba a la mina. Él era el menor de siete hermanos y para asegurar su futuro la familia lo mandó a Balmaseda, a estudiar para cura con los claretianos. Pero no tenía vocación y uno de sus hermanos, que trabajaba en el Musel, se lo llevó a Gijón, donde aprendió el oficio. Empezó en la barbería "Jovellanos", que estaba en la plaza del 6 de agosto y regentaba Luis Álvarez Rancaño, y cuando empezó a hacer la mili, en Oviedo, se incorporó por las tardes a la peluquería "Isidro", que estaba en la calle Rosal.


Con unos ahorros y algo de ayuda familiar cogió un traspaso y echó a volar por sí solo. Con el tiempo, antes de establecerse en la calle Arquitecto Reguera, visitó las peluquerías europeas más importantes, buscando inspiración para montar su negocio. En Barcelona recibió formación en psicología directiva y psicoestética. Fue presidente de la Asociación de Peluqueros durante catorce años y asumió responsabilidades como la de tener a punto el pelo de los jugadores de la selección nacional de fútbol, una de sus otras aficiones. En eso de la psicoestética y el dominio de la imagen personal el allerano es toda una autoridad. A menudo cuenta que él fue el responsable del cambio de aspecto del presidente asturiano Pedro de Silva, al conseguir que actualizara su barba con el argumento de que "el político además de convencer tiene que seducir".


Con todo ese bagaje, con su historia personal y sus colecciones de peines, vacías, perfumadores, butacas y otros muchos utensilios de peluquería, Ramiro Fernández se propone celebrar sus cincuenta años en el oficio, compartiendo todo eso con los ovetenses.



Artículo de La Nueva España (18.10.2015) de Elena Fernández-Pello
Fotografías de LAURA CARADUJE