lunes, 30 de enero de 2012

LA IMAGEN DE LOS POLÍTICOS (I)

  
  
  
  No es fácil ser político. Rompo una lanza por aquellas personas que dedican todo su día a gestionar el quehacer diario de una nación. No es fácil y además de tener  tanta responsabilidad, tanta contestación y mala fama, encima tienen que salir bien en la foto.

  No puede haber políticos cansados, ariscos, malhumorados, contestones, uraños…el político ha de ser modélico, no puede ser humano. Un político trabaja 18 horas al día y siempre está como recién levantado, presto al toque de la corneta, sin un ápice de debilidad en su rostro, cualquier signo de achaque será tenido en cuenta, una debilidad, una fuente de desconfianza... político que flaquea, electorado que se amilana.

 Los profesionales de la psicoestética y todos aquellos que nos dedicamos al mundo de la imagen personal sabemos bien que la imagen sólo es la llave, pero sin ella, la eficacia, el mensaje, las ideas y el saber hacer no entran en nuestra ya de por sí cerrada conciencia. Aquel que quiera entrar y, por tanto acertar con las primeras notas de la melodía que nos decanten por su opción, deberá preparar su imagen.
  En esta imagocracia en que vivimos sólo se convence a quien se seduce y las barreras que oponemos a las ideas del contrario las derriba el lenguaje, el tono, el ademán, el gesto, el aspecto, la personalidad y la figura. Nos es mucho más fácil fiarnos de alguien con buena imagen que fiarnos de alguien con una imagen más descuidada. Es un hecho. Y una buena imagen no significa estrictamente elegancia, sino satisfacer con ella las expectativas depositadas en esa persona.
  Me propongo en estos breves apuntes  trazar una serie de pinceladas sobre la figura de nuestros principales políticos.

  A la hora de la verdad, puede que las urnas decidan, pero la imagen es cada vez más fundamental. Basta darse un paseo por las páginas de las formaciones políticas para darse cuenta de que ahora, más que nunca, han optado por la escucha activa y la cercanía. El trato, la gestualidad y la imagen es fundamental en los medios de comunicación, pero aún más si se quiere convencer en las distancias cortas. Los tiempos cambian y adaptarse a ellos es clave en el juego de la seducción que es la política.





MARIANO RAJOY


Porte
  Mariano ha ganado visibilidad gracias a una estudiada pérdida de peso. Es un hombre alto y esbelto. Unido a su actual figura lo hace destacar visualmente entre los demás. Este hecho que podría suponer una ventaja, no lo aprovecha en exceso, porque su caminar es lento, va como frenado, como si tuviese la precaución de dónde pone cada pie en cada paso. Pareciera temer un traspié, y no sólo por los muchos que sus “barones” le han puesto hasta ser el líder indiscutido de los populares. 


Mirada
  De ojos desorbitados con poca agilidad. Fija tanto su mirada que se percibe obsesiva. Cuando se pone nervioso se le disparan los ojos dando la impresión de que de un momento a otro “perderá los papeles”. Consciente de este hecho se lo autocorrige poniendo una mirada tan estática que produce desconfianza. Es en este aspecto donde Mariano tendrá su mayor debilidad a la hora de plantear un debate televisado.




Habla
  Nadie es perfecto y a base de esfuerzo, Mariano Rajoy ha logrado corregir en gran medida su problema de dicción y pronunciación. Nadie puede negar que Rajoy ha trabajado duro para ganarse el puesto que tiene y defenderlo con todas las artes que tiene a su alcance, entre ellas el habla. El problema de hablar más pausado para garantizar la dicción es que la oratoria pierde vida y efectividad. Aunque suple ésto con su famosa ironía, pocas veces es efectiva al no acompañarla de un tono apropiado al tono irónico. La solución a corto plazo es ampliar su riqueza léxica. Aunque cumpla con rigor la Ley Antitabaco y fume tan sólo en lugares privados y abiertos, lo cierto es que su dentadura lo acusa. Para generar una mayor confianza y cercanía debería plantearse blanquear su sonrisa. Lograría así un contraste en un rostro de tantos matices blancos y negros.


Gesto
  Tiene unas manos finas y bien cuidadas. Son de gesticulación lenta más bien tímida sin grandes gestos de espontaneidad.


Cabello y barba
  Su barba cada vez más blanca enmarca, y a la vez esconde, una boca de labios finos que, lamentablemente, le confiere gesto de incomodidad ambiental en una sonrisa completamente horizontal que le da cierto aire despectivo, aunque ni esté incómodo, ni sea su carácter subido de ego. ¿Cómo reducir este problema? Una de las posibles soluciones pasaría por dejarse el pelo un poco más largo, hasta que ondule, para lograr un marco facial más sutil. La barba, prácticamente cana, contrasta con su cabello tan oscuro, restándole credibilidad y, sobre todo armonía. Por ello, la barba debería ser cuidada semanalmente para procurarle esa necesaria armonía.



Vestido
  Es un político de corte clásico y elegante. Sus trajes le caen perfectamente sin una arruga. Así remarca su figura esbelta y añade elegancia a su presencia. Sin embargo, esa buena percha que es Mariano Rajoy no combina bien con su mirada, gesto y cabello. El resultado es una imagen rígida, casi robotizada. Cuando en los mítines se saca la corbata y se desabrocha el primer botón de la camisa, en vez de darle un aire distendido, produce la sensación de que le falta aire, de que no está cómodo.


Conclusión
  No es nada extraño que el libro sobre su persona de Angel Palomo Cuesta lo haya titulado “el hombre impasible”. Pero esta impasibilidad, en estos tiempos y aplicando la psicoestética le son negativos en los tres factores clave de un buen líder: la capacidad de expresión, la capacidad de contagio anímico y la capacidad de inspirar confianza.           
  Mariano Rajoy es una buena persona y aunque desde Génova nos quieran vender que sus debilidades son una estudiada táctica para llegar al poder sin prisa, pero sin pausa, el contexto actual exige un poco más de acción y nervio.






(Artículo publicado en LA NUEVA ESPAÑA el día 17 de noviembre de 2011)